Por Rodrigo Egaña Baraona, Director de Educación Pública
La IV Conferencia de Directores y Directoras de los Servicios Locales de Educación Pública (SLEP) dejó una conclusión evidente: la Nueva Educación Pública ya actúa como un sistema nacional que aprende, corrige y se fortalece a partir de su propia práctica. Con 26 servicios en funcionamiento y otros 10 que se suman en enero de 2026, el país ya ha desplegado más de la mitad de la estructura prevista para 2030. Entre quienes participaron estuvo el Director suplente del Servicio Local de Educación Pública de Atacama, Daslav Mihovilovic, junto a las y los titulares del resto de los SLEP.
En esta oportunidad se constató nuevamente que la Nueva Educación Pública no sólo es un avance administrativo, sino un cambio cultural profundo respecto al antiguo modelo municipal. Las y los directores reconocieron que hoy existe una política de Estado, con colaboración real entre pares, presencia territorial, inversión sostenida y una identidad institucional que empieza a consolidarse. La comparación con el pasado es clara: antes había 345 sostenedores en condiciones dispares; hoy existe un sistema que comparte estándares, se coordina y desarrolla capacidades comunes.
En esta IV Conferencia, los grupos de trabajo destacaron mejoras en aprendizajes, en asistencia y en indicadores de permanencia; el fortalecimiento del apoyo técnico-pedagógico y la inversión en infraestructura que ha permitido reducir déficits acumulados por décadas. También emergió un valor creciente: la colaboración entre SLEP. Las redes territoriales y temáticas han permitido compartir soluciones, evitar errores repetidos y avanzar hacia una visión común del sistema.
El fortalecimiento de la participación y la instalación de espacios de gobernanza territorial —como consejos locales, planes educativos y mecanismos de transparencia— fueron señalados como elementos que generan confianza institucional y legitimidad. La disponibilidad pública de información y la mayor estabilidad de los equipos técnicos también contribuyen a ello.
Pero la madurez del sistema permitió, asimismo, hablar de los nudos críticos que amenazan su sostenibilidad. El primero, y más reiterado, es el financiamiento. La desactualización de las subvenciones, las rigideces en el uso de la SEP y las limitaciones presupuestarias tensionan permanentemente la gestión de los SLEP. Se expresó con claridad la necesidad de repensar la arquitectura financiera del sistema para que sea coherente con su escala y complejidad.
El segundo obstáculo es la rigidez normativa y administrativa. La carga de reportabilidad, la multiplicación de instrumentos de gestión y los plazos que no dialogan con el calendario escolar terminan desplazando el foco pedagógico. Como señaló uno de los grupos, “el mayor riesgo es caer en el micromanagement”: administrar contingencias en vez de conducir el proceso educativo.
A estos desafíos se suma la fragmentación de la gobernanza. La coexistencia de distintos organismos con facultades sobre el sistema genera fricciones, vacíos y demoras. No siempre se reconoce que los SLEP tienen un mandato dual son servicios públicos y, a la vez, sostenedores educacionales.
Los directores y directoras organizaron sus desafíos en tres horizontes. En el corto plazo, asegurar que los nuevos traspasos se realicen con equipos preparados y acompañamiento técnico suficiente. También mantener el apoyo a los SLEP ya instalados, para que la expansión del sistema no genere debilitamiento de lo ya avanzado.
En el mediano plazo, avanzar hacia un financiamiento estable y predecible, fortalecer capacidades críticas —remuneraciones, infraestructura, presupuesto— y consolidar el rol articulador de la Dirección de Educación Pública en la gestión intersectorial.
Y en el largo plazo, construir una institucionalidad robusta, con procesos estandarizados, economías de escala y una gobernanza más integrada, donde educación dialogue de manera sistemática con salud, transporte, cultura y desarrollo regional.
La conferencia dejó un mensaje claro: el sistema aprendió a mirarse críticamente sin perder convicción ni sentido. Los errores iniciales, las tensiones normativas y las crisis locales se han convertido en aprendizajes, no en argumentos para deslegitimar. La continuidad del proceso en tres gobiernos consecutivos confirma que la educación pública puede sostenerse como política de Estado cuando existe propósito compartido.
Hoy la discusión ya no es si la Nueva Educación Pública debe existir, sino cómo fortalecerla. Y ahí, como enfatizó Daslav Mihovilovic, la clave está en no perder de vista lo esencial: que cada acción debe contribuir a mejorar los aprendizajes, la calidad de la educación, la convivencia y el bienestar integral de las comunidades educativas.